domingo, 8 de enero de 2012

Sapónidos y detergentes: mis mitologías (II)


II
Quiero que desaparezca la ropa lavable y en su lugar, tengamos la posibilidad de imprimirla desde casa. Una nueva ola de diseñadores ha empezado a trabajar creando plantillas pre-diseñadas a las que se accede a través de cualquier dispositivo  on line. Cada persona elige qué desea usar y en un click tiene su copia impresa y lista para usar. Las más grandes casas de diseño tienen portales gratuitos en la red y hay impresoras dispuestas en cientos de sitios en cada pueblo, villa, ciudad. Al regresar a casa, lanzo una bola de ropa  hacia una canasta de baloncesto; ella conduce directamente el residuo  a un  ducto que desemboca en un  bote comunitario de reciclaje y transformación  ultrabiomolecular; en dos segundos mi ropa  sucia se ha transformado en oxígeno. Imprimo mi pijama, respiro y voy a  dormir. Cuando este texto sea leído en un mundo que milagrosamente no fue destruido por armas nucleares o talk shows, la  ficción será un hecho vivido por los miles y millones
de cyborgs de Haraway. Pero ya que a mí no me va a tocar, como no le tocó a Huxley, sigo escribiendo.
                                                       



lunes, 19 de diciembre de 2011

Sapónidos y detergentes: mis mitologías (I)

“Cada invento tecnológico es una nueva carga de trabajo”
Guillermo Páramo Rocha
I
Tengo 30 años. Llegó la hora de dejar de leer a Roland y hacerme cargo de mi ropa sucia. La gran fábrica de promesas que es la publicidad viene diciendo desde los 60’s que lavar es cada vez más fácil y hasta divertido. Miremos: hay que clasificar la ropa por colores, saber cuáles prendas destiñen y cuáles no; se requiere saber sobre tipos de telas para realizar una nueva reclasificación que ayude a definir la velocidad del ciclo que más les conviene; una vez definidos colores, telas, ciclo y temperatura del agua, el nivel de suciedad de la ropa se vuelve un nuevo criterio de agrupación. Hay que tener idea de la cantidad de jabón que se necesita para cada carga y tener en cuenta que la cantidad de detergente necesario para la carga elegida, varía según la marca del detergente. Ahora, si uno estuvo en carretera destapada, de rumba, de almuerzo sobre la hierba o en un día de trabajo peso pesado y además usó dos veces o más la misma prenda, llegó la hora de pagar las culpas y pasar por el purgatorio de la ropa: el remojo. Y ahí, póngase guantes, póngase rud@, con furia, porque todo lo que viene empieza por el prefijo ‘re-‘ y eso significa doble esfuerzo: remoje, refriegue, reniegue!!!

Sumados a los detergentes, hay productos de alta potencia gramatical, los que prometen la conjugación de al menos tres verbos: blanquear, despercudir, desmanchar, desinfectar; unos para las ropas blancas, otros para las de colores; tambiéun hay jabones líquidos especiales para la ropa negra, suavizantes para jeans y toallas y todos estos productos adicionales no se ponen al mismo tiempo que el detergente en polvo. Hay lavadoras que se detienen y uno interpreta ese momento como: hora de poner producto líquido adicional; otras tienen un sonido incorporado tipo alarma, pero otras nada y entonces uno debe calcular cuándo detenerlas manualmente.

Si uno deja papeles en los bolsillos, si al menos una prenda desmancha y no lo sabía, si no saca la ropa apenas termina el ciclo y la cuelga, si pone más o menos detergente del que tocaba, si se equivoca de velocidad en el ciclo, a sufrir!!! A empezar de nuevo, a trabajar el doble o el triple porque la ropa ya no sólo está sucia, sino manchada, llena de papelitos blancos ultra adheridos a las fibras, habrá prendas llenas de pegotes de jabón o no lo suficientemente limpias, incluso en fatídicos casos, reducida en dos o tres tallas. La lavadora en estos casos no sólo fracasa en su promesa de limpiar con facilidad, sino que actúa con sevicia: entrega la ropa más sucia o inservible. Este es el tipo de máquina, damas y caballeros, a la que nos estamos enfrentando todos los días.

La conciencia me dice: ¿Qué es todo eso? , y el comercial responde: si tienes lavadora-secadora será más fácil. ¿Vamos a las problemáticas de la lavadora secadora? No hace falta. Jesús fue feliz lavando piyes en una palangana. Pero no tenemos ni un solo indicio de algún Mesías enfrentado al lavado de prendas. El lavado de la ropa es una de las actividades más complejas de la vida humana, requiere conocimientos múltiples: teoría del color, teoría de los conjuntos, aritmética, análisis de productos provenientes de la industria textil, análisis de productos provenientes de la industria química, manejo de terapias alternativas para relajarse a través del control de la respiración y musicoterapia (la versión ‘enjuague’ de la música plancha).

No me gustan los oficios domésticos y no volveré a la palangana de Jesucristo. Quiero ropa desechable biodegradable. Hoy podemos modificar nuestro biosexo, hacer trasplantes de médula, separar siameses, pedir recarga de teléfonos móviles llamando a la panadería de la esquina y bombardear países monitoreándolos por video conferencia. En este contexto, mi propuesta es hacer un llamado de cuentas a la ciencia contemporánea para que asuma políticas de reparación y reconciliación con los millones de víctimas de las labores de la limpieza. Transformar las tecnologías de la vida cotidiana, hacerlas fáciles de usar y económicas debe ser tarea de primer orden para un saber-poder que hasta ahora, de la mano de la publicidad, logró hacernos vivir con un adefesio mentiroso y costoso (en muchos casos incluso ultra ruidoso1). Ah! Y de nada vale la bola mágica que lava sin detergente. Mágica cuando lave sola, sin intervención humana.

Llegados a este punto hay que admitir que la lavadora obtiene toda su legitimidad por una vía muy sucia: nos manipula con el regreso a la infame práctica del lavado sobre piedras. Esta suerte de lito-mistificación ha sido y seguirá siendo efectiva. Estamos ante la sin salida del mal menor. Como la ciencia no hará un carajo, me dedicaré ahora a la catarsis vía ficción.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Nunca te haría daño (Cuento)

Aveces me despierta la luz, el calor, un ruido, un mosco, hoy fue la tripa, tengo un hambre que ruñe pintura de catre. Plata, no hay. Voy derecho a un torcío' socio. Bajo la calle, esas caras me dicen que tampoco han comío. Pailas pacíficos, yo sí voy por lo mío. Selecciono la presa, así como sus mercedes hacen en el supermercáo. Ya la ví, a echarle mano. Cambió de andén, soy brujo, perdistes, te salí de frente, a ver el paquete… Bien, fresca princesa, yo nunca te haría daño, le dije. A veces una mentira de canción relaja la situa. Se paniquió, me dio hasta las llaves de la casa. Pa' verle la chapa le dije: – Mejor deme su número y la llamo y salimos. No le causó gracia, me escupió la carátula. Lista la vuelta. Me cansa montarla de terror, esta nena me trabajó de terapia con la mirada. Pero suerte, ya sé como son todas. No me ostino pensando en cómo hacer las vueltas. No nací ayer. Soy como los cirqueros, tengo un virtuosismo absurdo, repito la misma pirueta todos los días. Sin mente, el que piensa pierde. Me gasto el tiempo en otras vainas, ni sé en qué. Últimamente rayando muros. De día invento canciones, voy a misa y pido perdón mientras examino carteras. Llego al barrio y sísas, hay respeto ganáo. Dejé el bareto, dejé el pegante, a lo bien. Pa’ probarles mi destreza entré a la universidad. De wan me las pillé, más leyes tiene la calle, esta sí es la selva compadre. Si me descuido me tragan y en menos de lo que canta un gallo, fijo me tocó la sal, me topé con la nena de frentolín, la de las llaves; ya me iba a entregar la cartera, cuando le dije: - No se me acelere parcera, ya no practico malos vicios, ahora todo es de parla. Entonces cambié de personaje: - Compañera, si usted cree que la educación realmente sirve, míreme. Así de breve se llega a las verdades, la espanté peor que de atraco. Pero pues nada, cero visages. Tengo el carné, con esto pido limosna, pa’ eso sirve ser de la pública. No se me delique, a mí sí me sirve pa’ eso. De ladrón a licenciáo. Bueno y entonces me tenían ficháo, en la mala. Me aburrí, dije: voy a empezar mi gira y cogimos con los pelaos de la banda a ver cómo son fronteras, de mero desparche. Ahí sí, dejé de usar frases de canciones prestadas y empecé a usar las mías: "No se me azare pinta, maneje el 1-10, sí cuente despacio hasta 10", severo hit. Recogimos buenas lukas y cambié de profesión. De músico a manager, sin presión creativa y me fiaban. Bendito el fiáo. Agotarme de pensar en cifras, vuelvo a medir calles últimamente, bien tardecito. Si nos pillamos por ahí, todo bien, parcho en la Séptima… Ya sabés, nunca te haría daño.

Tres Ventanas (Cuento)

Antes de esa día, justo la noche anterior, había llovido. Ella acostó a sus hijos, cerró las ventanas y se fue a buscar los dos cuchillos. Luego los puso en cruz  en el solar de la casa. Así lo había hecho su madre, su abuela y todas las mujeres de su familia. Fueron dos horas de chaparrón hasta que finalmente las nubes se vaciaron. Ana se quedó dormida mucho antes, ya no tenía la misma resistencia. Octavio llegó horas después tambaleando y quiso encender un cigarro antes de acostarse. En el solar el aire estaba más fresco; se sentó allá en el taburete a fumar despacio y a pensar largo. Sabía que estaban en peligro. Los muertos flotando en el río no asustan al arriero, pensó. Otra vez la imagen del río, los cuerpos bajando, livianos como troncos secos, hasta que casi se fuma el filtro.  Miró al suelo y supo que había llovido. Menos mal Ana puso los cuchillos viejos, se dijo y suspiró mientras los llevaba de regreso a su sitio. Se quitó las botas antes de entrar a la pieza, sintió la tibieza del cuerpo amado bajo la colcha, cerca a su mentón y le susurró con el pensamiento: “Ana, usted me alegra la vida hasta cuando duerme, mañana nos vamos”. Animado por la reciente decisión, dejo de verla por un instante para entrar en los sueños suyos, Al suelo, no levante la cabeza por que lo quiebro, Ana, corra, no voltee corra, Tírese al suelo, Ana, Ana, Que yo no le recibo regalos a nadie, mucho menos a usted Octavio, Dónde estoy, me caigo, ay Dios mío, ayúdeme, Virgencita del Rosario, Octavio mijo, despierte, Octavio. Ana, nos vamos!, ¿Pa´donde?, ¿se chifló?, No sé pero nos vamos ya, ¿Ya?, Sí ya!, ¿A medio día, delante de todos?, los niños están en la escuela, Ana ¿Porqué no me despertó?, Octavio lo llamé como veinte veces, usted, estaba sudando a chorros, hablaba como un loco, qué le pasa mijo, ¿qué le duele?, Ana deje la preguntadera, no hay tiempo, vaya por los niños ¡Octavio! ¡Octavio!, oiga mijo hágale a trabajar son las 5, es tarde, si hoy tampoco pesca ¿qué vamos a comer?¿Qué hora me dijo que es? Las 5 am pasaditas, Gracias a Dios venga deme un beso Octavio deje de jugar, usted sabe que, Sí ya se, pero hoy es diferente, hoy nos vamos y no empiece  a preguntar, los niños no vuelven a esa Escuela, usted no lava más ropa ajena, ¡nos vamos Ana!, nos van a matar, que se queden con este rancho, pero ya no más, ¡no más!

Sé que estoy mirando el aguacero desde la ventana, pienso en ello mientras respiro sin enfriarme. Ahí están los techos de lata, los zapatos viejos, ese que va pasando despacio por la avenida, aunque hoy prefiero pensar en la raíz seca, en los vendedores de paraguas. Desde esta ventana mía huelo el chocolate hirviendo, en medio de ese goteo arítmico que hace callar o subir un poco más el tono de la voz. Veo esas otras ventanas empañadas, reteneniendo un vapor sudoroso, lienzo efímero en dedos de infantes, cortina en mundos adultos. Y hay luces de coches humanos que dejan ver los espacios abandonados, los recorridos hacia la cocina, sala, cocina, baño, habitación. Del otro lado es ya la hora pico de la lluvia en la que todos corren húmedos hacia lo seco. Se vive una inquietud contagiosa en el sonido de ese choque acuático, como si su reventar sincopado agitara las piernas de los que están fuera, y los cuerpos y lenguas de los que están dentro; como si sirviera de fondo al cruel teatro de las ropas a punto de mojarse, pero siempre rescatadas antes de la centésima gota; o a la función secreta de los pies presurosos, arrugados entre las medias; o acaso, a esa alegría de estar bajo techo, en la certeza inconsciente de que otros no, pero yo sí. Las gotas siguen dibujando esferas cada vez más grandes, es tarde y hace frío, no espero a alguien; me da igual este aguacero, al menos esta noche.

Octavio, aquí no conocemos a nadie, Tranquila Ana, a veces es mejor así, en todas partes hay trabajo para el que sabe hacer las cosas, ni porque Dios estuviera muerto, Pero aquí no hay río, No empiece con eso, Está haciendo brisa de lluvia mijo, Mejor pase rápido la calle, esos carros también matan, Los niños están muy cansados, Bueno quédense aquí, ya regreso, Qué tal esa vieja mamá, lleva ahí parada en esa ventana todo este rato, A lo mejor está esperando a alguien, ¿Porqué mi papá no llega?, Somos cuatro, pero nos acomodamos en una sola, de verdad, vea el radio, está buenecito, y también coge FM, mañana temprano nos vamos, Listo, pero bien temprano, Esto huele a galpón papá, Luis deje esa ventana quieta, Mire Ma, puedo hacer una casa, y la borro, borro todo todo, Luis abra esa ventana un poquito, a ver si se espanta este olor tan berraco, Mijo mañana qué vamos a hacer, Por ahora descansemos, ahora sí cierre que se nos mete el agua.

Tengo los pies llenos de sabañones, me alegra que estos tenis estén rotos, así les sale mas rápido el  agua. Este cambuche es bueno en tiempo seco, pero apenas se vienen las lluvias toca esperar a que todos salgan del edificio ese grande y armar rancho ahí atrás; menos mal no hay celador. Me echo encima todas las páginas, en especial las sociales, me gusta abrir el ojo y ver a las modelos, ni que fuera bobo pa’ ponerme en la cara las judiciales. En un día como hoy es mas fácil la jugada. Uno se asoma a un restaurante de esos de corrientazo con la ropa empapada y ahí mismo le piden a uno la vasija pa’ echarle la sopa hirviendo. Yo aprovecho, lavo los tenis, la camiseta, el pantalón y me río de ver las caras de las viejas que pasan y se escandalizan de verme en calzoncillos; una que otra me mira la mercancía, y luego sale corriendo. Entre más duro es el aguacero, mejor. La gente olvida cosas por salir corriendo. Eso sí, en los semáforos se daña la vuelta porque todos suben los vidrios. Los que van a pie evitan los charcos, pero al final están igual que yo, solo que van y se empelotan en sus casas, en las que acumulan recibos y pagan arriendo. Si llueve todo el día es una belleza porque muchos se acuerdan del Lucho, del man indigente; le gastan un tinto, le regalan el periódico, le botan unas monedas; no toca montarla de terror, ni sacarles el chuzo, tal vez el frío los ablanda. Lástima que por aquí llueve poco. Y no, no he pensado irme pa’la capital, allá la lluvia es cosa seria. Cuando era pequeño mi papá nos llevo a la tal Bogotá. Llegamos con la ropa que teníamos puesta y tan de malas que esa ciudad es cielo roto. Mi papa empeñó un radio que tenía pa’que nos dejaran quedar una noche en un cuartucho más maluco que mi cambuche. Por eso le digo que es mejor la lluvia de por acá, vea usted, en unos lados mata, como hizo con mis cuchos, pero aquí me da la vida.