lunes, 19 de diciembre de 2011

Sapónidos y detergentes: mis mitologías (I)

“Cada invento tecnológico es una nueva carga de trabajo”
Guillermo Páramo Rocha
I
Tengo 30 años. Llegó la hora de dejar de leer a Roland y hacerme cargo de mi ropa sucia. La gran fábrica de promesas que es la publicidad viene diciendo desde los 60’s que lavar es cada vez más fácil y hasta divertido. Miremos: hay que clasificar la ropa por colores, saber cuáles prendas destiñen y cuáles no; se requiere saber sobre tipos de telas para realizar una nueva reclasificación que ayude a definir la velocidad del ciclo que más les conviene; una vez definidos colores, telas, ciclo y temperatura del agua, el nivel de suciedad de la ropa se vuelve un nuevo criterio de agrupación. Hay que tener idea de la cantidad de jabón que se necesita para cada carga y tener en cuenta que la cantidad de detergente necesario para la carga elegida, varía según la marca del detergente. Ahora, si uno estuvo en carretera destapada, de rumba, de almuerzo sobre la hierba o en un día de trabajo peso pesado y además usó dos veces o más la misma prenda, llegó la hora de pagar las culpas y pasar por el purgatorio de la ropa: el remojo. Y ahí, póngase guantes, póngase rud@, con furia, porque todo lo que viene empieza por el prefijo ‘re-‘ y eso significa doble esfuerzo: remoje, refriegue, reniegue!!!

Sumados a los detergentes, hay productos de alta potencia gramatical, los que prometen la conjugación de al menos tres verbos: blanquear, despercudir, desmanchar, desinfectar; unos para las ropas blancas, otros para las de colores; tambiéun hay jabones líquidos especiales para la ropa negra, suavizantes para jeans y toallas y todos estos productos adicionales no se ponen al mismo tiempo que el detergente en polvo. Hay lavadoras que se detienen y uno interpreta ese momento como: hora de poner producto líquido adicional; otras tienen un sonido incorporado tipo alarma, pero otras nada y entonces uno debe calcular cuándo detenerlas manualmente.

Si uno deja papeles en los bolsillos, si al menos una prenda desmancha y no lo sabía, si no saca la ropa apenas termina el ciclo y la cuelga, si pone más o menos detergente del que tocaba, si se equivoca de velocidad en el ciclo, a sufrir!!! A empezar de nuevo, a trabajar el doble o el triple porque la ropa ya no sólo está sucia, sino manchada, llena de papelitos blancos ultra adheridos a las fibras, habrá prendas llenas de pegotes de jabón o no lo suficientemente limpias, incluso en fatídicos casos, reducida en dos o tres tallas. La lavadora en estos casos no sólo fracasa en su promesa de limpiar con facilidad, sino que actúa con sevicia: entrega la ropa más sucia o inservible. Este es el tipo de máquina, damas y caballeros, a la que nos estamos enfrentando todos los días.

La conciencia me dice: ¿Qué es todo eso? , y el comercial responde: si tienes lavadora-secadora será más fácil. ¿Vamos a las problemáticas de la lavadora secadora? No hace falta. Jesús fue feliz lavando piyes en una palangana. Pero no tenemos ni un solo indicio de algún Mesías enfrentado al lavado de prendas. El lavado de la ropa es una de las actividades más complejas de la vida humana, requiere conocimientos múltiples: teoría del color, teoría de los conjuntos, aritmética, análisis de productos provenientes de la industria textil, análisis de productos provenientes de la industria química, manejo de terapias alternativas para relajarse a través del control de la respiración y musicoterapia (la versión ‘enjuague’ de la música plancha).

No me gustan los oficios domésticos y no volveré a la palangana de Jesucristo. Quiero ropa desechable biodegradable. Hoy podemos modificar nuestro biosexo, hacer trasplantes de médula, separar siameses, pedir recarga de teléfonos móviles llamando a la panadería de la esquina y bombardear países monitoreándolos por video conferencia. En este contexto, mi propuesta es hacer un llamado de cuentas a la ciencia contemporánea para que asuma políticas de reparación y reconciliación con los millones de víctimas de las labores de la limpieza. Transformar las tecnologías de la vida cotidiana, hacerlas fáciles de usar y económicas debe ser tarea de primer orden para un saber-poder que hasta ahora, de la mano de la publicidad, logró hacernos vivir con un adefesio mentiroso y costoso (en muchos casos incluso ultra ruidoso1). Ah! Y de nada vale la bola mágica que lava sin detergente. Mágica cuando lave sola, sin intervención humana.

Llegados a este punto hay que admitir que la lavadora obtiene toda su legitimidad por una vía muy sucia: nos manipula con el regreso a la infame práctica del lavado sobre piedras. Esta suerte de lito-mistificación ha sido y seguirá siendo efectiva. Estamos ante la sin salida del mal menor. Como la ciencia no hará un carajo, me dedicaré ahora a la catarsis vía ficción.

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